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Juan David: un guardián de la esperanza y el campo que venció el dolor de la guerra

FOTO HEREDERO REFORMA CAQUETÁ

En la vereda San Esteban de Florencia, Caquetá, Juan David Cabrera, un joven de 23 años, esperó más de 10 años para obtener la seguridad jurídica del predio donde ha construido su hogar y sustento junto a su familia. Ahora es beneficiario de la formalización de la tierra.

Florencia, Caquetá. 24 de junio de 2024. @AgenciaTierras

 

En los verdes paisajes montañosos de la vereda San Esteban, en Florencia, un joven de 23 años se alza como un testimonio viviente de la resiliencia y el amor por la tierra. Juan David nació en el 2001, en La Montañita, un municipio marcado por la guerra y la violencia, donde la tragedia familiar dejó una cicatriz. Su abuelo materno fue secuestrado y asesinado por grupos al margen de la ley, un hecho que forzó a Juan David, junto a su madre y su hermana, a huir en busca de un nuevo comienzo.

 

Apenas con siete años, Juan David llegó a San Esteban, un lugar que se convirtió en su refugio y en el escenario donde forjaría su futuro y sus sueños. Desde sus primeros días en el predio, aprendió a cultivar la tierra y a limpiar la maleza de los potreros, convirtiéndose en el brazo derecho de su madre, en su sombra. Antes de ir al colegio, siempre había tiempo para el trabajo en el campo, una actividad que dejó de ser una obligación para transformarse en una pasión compartida con su madre.

 

Cada día, bajo el sol picante del Caquetá o la lluvia y el clima húmedo, Juan David se entregaba al campo con dedicación y amor. Cultivaban plátano, yuca y caña de azúcar, cuyos frutos les permitieron construir una casa de madera y comprar animales para su granja. Las gallinas, marranos, pollos y una  vaca  eran  más  que  simples  animales;  eran  la  base  sobre  la  cual  se edificaba su sustento y su esperanza de una vida mejor.

 

La comunidad en San Esteban se unió en un lazo indestructible de solidaridad. Juan David recuerda con cariño los trueques con los vecinos, el intercambio de productos y la ayuda mutua. “Si yo necesitaba maíz, le daba al vecino mi caña de azúcar. Entre todos nos ayudábamos. Todos vivíamos casi la misma historia y la misma incertidumbre y por eso nos apoyamos tanto”, dice Juan David, con las manos llenas de tierra después de alimentar a su marrano.

 

El 2015 trajo consigo un golpe fuerte. A su madre le diagnosticaron cáncer de ganglios. Con apenas 12 años, Juan David asumió la responsabilidad de continuar el sueño que ambos compartían. La promesa de dedicar su vida al campo, a la naturaleza y a la tranquilidad que tanto amaban, se convirtió en su brújula. A pesar del dolor y la pérdida, cuando su madre falleció el 1 de octubre del 2018, Juan David decidió honrar su memoria día tras día con su dedicación.

 

Con el apoyo de su abuelo, Juan David persistió en su compromiso con la tierra. Combinó sus labores diarias en el campo con sus estudios en el SENA, donde se graduó como técnico en avicultura hace dos años. Su conocimiento especializado le permitió optimizar su granja y asegurar un sustento para él y su familia.

 

El 19 de agosto del 2023, un día que quedará grabado en su memoria, Juan David recibió su título de propiedad del predio La Esperanza. En ese momento, levantó la mirada al cielo y con una mezcla de gratitud y emoción, dijo: “Esto también es tuyo, mamá”. Era la culminación de años de esfuerzo, sacrificio y un amor inquebrantable por el campo.

 

Juan David no solo es un joven agricultor; es el guardián de un legado, el portador de un sueño que se niega a morir. En su historia, la tierra es un símbolo de esperanza y perseverancia. Cada amanecer en el predio La Esperanza, con las primeras luces del día, Juan David reafirma su compromiso de seguir cultivando el sueño de su madre y de invitar a otros jóvenes a descubrir la belleza y la paz que solo el campo puede ofrecer.