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La historia del campesino del Cauca que conmovió al presidente Santos

Presidente Santos habla con familia campesina
 • Este viernes 21 de julio se entregaron en el municipio de Rosas 329 títulos de propiedad a igual número de familias campesinas, 97 de ellas hacen parte del programa Formalizar para Sustituir, que busca legalizar las fincas de las familias que llevan años sin presencia de cultivos de uso ilícito en los predios.

 

 • En Cauca ya son 811 títulos los que se entregan por parte de la Agencia. Más de 5.000 en todo el país.

Rosas, Cauca, 21 de julio de 2017 (@AgenciaTierras). La vida de Jhon Leiver Muñoz siempre ha estado llena de contrariedades. Y también de vicisitudes. Pero a decir verdad a sus 45 años ha conocido más las dificultades que las alegrías.

 

Una de esas pocas satisfacciones la vivió el viernes cuando en su propia finca, del municipio caucano de Rosas, el presidente Juan Manuel Santos y el director de la Agencia Nacional de Tierras, Miguel Samper Strouss, le entregaron el título que lo acredita como propietario de la hectárea de tierra por la que había luchado durante años.

 

“Uno con el título (de propiedad) puede decir esto es mío”, comentó Muñoz sentado en su casa en la vereda El Porvenir del municipio de Rosas.

 

“Ahora ya puedo heredar, hipotecar, vender o acceder a un préstamo bancario”, agregó Muñoz, casado y padre de dos hijos de 17 y ocho años.

 

Al igual que a Muñoz, Santos y Samper también les entregaron títulos de propiedad a otras 328 familias campesinas de 12 municipios de Cauca -en total van más de 5.000 en todo el país- cuyas escrituras permanecían en el limbo por diferentes motivos, como transacciones hechas de palabra o con carta venta o títulos no registrados o sucesiones que no se realizaron.

 

Entregar esos 329 títulos a igual número de familias campesinas «es algo fundamental en ese sueño… de todos los colombianos de que se consolide la paz» sobre todo en aquellas zonas que fueron más golpeadas por la violencia, indicó el jefe de Estado en un masivo acto en la plaza principal de eventos o La Galería de Rosas.

 

Cuando el presidente Santos estuvo en su parcela, Muñoz le contó su vida al primer mandatario, quien le pidió que lo acompañara hasta la cabecera municipal de Rosas para que les repitiera la misma narración a centenares de sus paisanos por lo admirable de su historia. Y así lo hizo ante un público que lo aplaudió a rabiar y un presidente que lo miraba con admiración.

Presidente Santos entregando titulo a Familia Caucana

La historia de Jhon Leiver

 


 

Muñoz nació en Timbío, Cauca, pero se crió en Rosas. En 1990 fue desplazado por el octavo frente de las hoy pacificadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El motivo: dos de sus hermanos eran guerrilleros y uno de ellos, Armando Muñoz, desertó de las filas insurgentes con su arma de dotación.

 

Entonces casi todos los hermanos Muñoz empezaron a recibir amenazas y el respectivo ultimátum de salir de Rosas.

 

Jhon Leiver Muñoz, que alguna vez también quiso ser guerrillero por una inexplicable pasión por las armas, no tuvo que analizar mucho la situación para entender que su vida corría peligro.

 

Así que una noche, con escasos 18 años, decidió tomar las pocas mudas de ropa que tenía y le dijo adiós a su madre.

 

No fue una despedida dramática, «fue normal, como se despide un hijo de una madre”, recordó Muñoz, quien con un confeso espíritu de aventurero decidió irse para el municipio huilense de Garzón.

 

Durante algún tiempo se dedicó en ese departamento a oficios varios. Ninguno que valiera la pena, al menos desde el punto de vista económico.

 

Anduvo por Pitalito y también por Teruel. En este último municipio recibió una propuesta de “trabajo” que, según él, no pudo rechazar por las estrecheces económicas por las que estaba atravesando.

 

En realidad se trataba de una labor relacionada con el cultivo de amapola que, de acuerdo con sus palabras, era manejada “por unos mafiosos de Medellín”. En pocos meses a sus bolsillos ingresó el dinero que en su vida nunca había ganado y muchos menos visto.

 

Ese «trabajo» terminó cuando alguna vez sus patrones le dijeron: «En la mafia o se vive o se muere». Entonces se llenó de temores, pero a la vez de amor por la vida.

 

En 1996 Muñoz fue reclutado para el Ejército Nacional en Garzón. Esa situación no le molestó para nada porque por fin podía cumplir con su sueño de toda la vida: tener por primera vez armas en sus manos.

 

Todo su servicio militar obligatorio, durante dos años, transcurrió en el sureño departamento de Caquetá.

 

«Yo estaba muy contento porque sabía que iba a pelear por Colombia», dijo. «Fue una experiencia muy bonita», enfatizó.

 

Terminado su paso por el Ejército, y tras unos ocho años de haber perdido todo contacto con su familia, Muñoz regresó a su finca de Rosas. Sus padres y hermanos pensaron incluso que había muerto. Por eso fue tan grande la alegría de todos cuando lo vieron de nuevo.

 

Pero poco después de su llegada a casa le apareció un nuevo problema: el pueblo estaba invadido de paramilitares que, según él, lo confundieron con un jefe guerrillero de la zona.

 

En consecuencia nuevamente tuvo que dejar Rosas y se fue para el departamento de Putumayo «a raspar coca». Con los años regresó definitivamente a su casa y conoció a la que hoy es su esposa y madre de sus dos hijos.

 

Su padre le dejó la tierra que por años había sido suya y que desde el viernes es definitivamente de Muñoz gracias a la gestión de la Agencia Nacional de Tierras.

 

Hoy Muñoz dice que no hay cosa más buena en el mundo que vivir en la legalidad y como gente decente. Se lamenta, eso sí, de que su padre no lo hubiera apoyado las muchas veces que le dijo que quería estudiar.

 

«Siempre quise estudiar, pero no pude. Solo hice hasta cuarto de primaria cuando era joven. Por eso quiero que mis dos hijos estudien y sean profesionales. Yo les digo, les exijo, que ya que yo no pude ser profesional ellos sí lo sean, que no vayan a quedarse al sol y al agua y echando machete todo el día», recalcó.

 

Así y todo, en 2004, y gracias a su tenacidad, Muñoz se convirtió en bachiller. «Me gustan los sistemas. Aprender por ejemplo a manejar un computador. Eso me fascina».

 

Como hombre que hizo parte del conflicto armado de Colombia, en calidad de desplazado y también de militar, Muñoz ha visto con buenos ojos el proceso de paz que el gobierno nacional y las FARC sellaron tras más de medio siglo de confrontaciones entre las partes.

 

«El proceso de paz es excelente. Uno como campesino, que le ha tocado vivir la violencia, ve que todo esto es buenísimo», dijo. «Yo que fui soldado sé los millones de pesos que vale la guerra. Ahora esa plata el gobierno la debe invertir en inversión social para los campesinos».

 

Ese es el país con que sueñan Muñoz y casi todos los campesinos de Cauca que desde el viernes son dueños de sus tierras.

 

“La tierra produce paz, libertad y alegría”, sentenció el campesino Lorenzo Velasco, de 66 años, en momentos en que feliz exhibía el título que lo acreditaba por fin como propietario de una hectárea de tierra también en Rosas.

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