Gracias a la Agencia Nacional de Tierras, el proceso de ampliación del resguardo indígena San Antonio de Calarma, en el Tolima, avanza satisfactoriamente en su fase final.
Herederos del Cacique Calarcá, la comunidad indígena Pijao resistió por siglos al yugo de la imposición, a la conquista, a las creencias en dioses ajenos y a la usurpación de sus tierras en medio de una violencia disfrazada mediocremente de civilización. Y es parte de esa misma comunidad la que, tras casi 50 años de nuevas luchas, hoy puede decir que han vuelto a “Ima”, han recuperado un pedazo de la “madre tierra” que los vio nacer.
Se trata de las 133 familias, unas 619 personas pertenecientes al Resguardo Indígena San Antonio de Calarma (Tolima), que avanzan en la etapa final del proceso de ampliación del resguardo. Si bien, desde diciembre de 2000 están constituidos oficialmente bajo esta figura, este año han podido avanzar en dicha ampliación gracias al trabajo de la Agencia Nacional de Tierras (ANT) puesto que, de la distribución inicial, 286 hectáreas, ya están próximos a recibir 120 más, para un total de 406 hectáreas.

“La solicitud de ampliación fue radicada hace más o menos cuatro años. Y con la llegada de este gobierno del cambio, a través de la Subdirección de Asuntos Étnicos de la ANT, venimos trabajando todo el tema de cómo adquirir las tierras para constitución, ampliación y saneamiento, no formal”, comentó Pedro Patiño Flores, consejero del territorio del Consejo Regional Indígena del Tolima (CRIT) y líder del resguardo San Antonio de Calarma.
El predio está dividido en los espacios para las viviendas, en parcelas de tres hectáreas aproximadamente para cultivar los productos de pancoger y otros para los proyectos colectivos, allí las familias han cultivado café, plátano, yuca, tienen un proyecto de guardabosque, un jardín botánico y el proyecto ganadero, la cual es la segunda línea de productividad.
“Las ganancias o lo producido por los proyectos productivos se invierten en las mismas familias en el mejoramiento de la vivienda, en saneamiento básico, en fortalecer la educación, tanto primaria, secundaria y en estudios universitarios y capacitación, así como en el fortalecimiento de la guardia y el fortalecimiento de la medicina”, agregó el consejero.
El resguardo se encuentra en la zona rural del municipio de San Antonio, en la región conocida como la serranía de Calarma, por lo que la riqueza en vegetación fuentes hídricas, hacen del resguardo un paraíso terrenal. La conservación del roble, los frailejones, afluentes como el río Tetuán, el río Cucuana y la flora y fauna de la región, es el principal motivo de armónica convivencia entre las familias.
“También promovemos la no tala, la no quema de árboles y la protegemos de multinacionales que nos lleguen aquí a expropiar o hacer proyectos de minería o eléctricos”, dijo Patiño al destacar que la comunidad se une no solo en torno a dicha defensa del territorio, sino en el trabajo en equipo: “las mujeres son muy trabajadoras, amables, colaboradoras, defienden mucho la madre tierra y tienen sus propios cultivos, inclusive, hay dos asociaciones lideradas por mujeres. Una se llama Azoima, la otra se llama Agroris”.
Las asociaciones son lideradas de mujeres con el objetivo de fortalecer sus economías, por lo que cuentan con una parcela donde desarrollan sus proyectos productivos, como lo son las plantas medicinales para ser convertidas en medicamentos en el laboratorio en el corregimiento de Castilla y alistarlas para la posterior venta. “Y la otra asociación está liderando un proyecto agroforestal. Todos somos gente humilde y con humanidad y entre todos nos cuidamos. Tienen cerca de 6 hectáreas de guadua y café, incluso, ya tienen su propia marca de ese grano llamado Café Maná.”, afirmó.
En la zona, que queda a unos 10 kilómetros de la cabecera municipal, hay algunas áreas protegidas pues son montañosas y fábricas de agua. Al igual que existen los sitios espirituales de vital importancia para la comunidad. “Están los sitios sagrados, allá está el Bohío ancestral, entre otros. Ojalá tuvieran la oportunidad de ir para que disfruten y poderles brindar una hospitalidad como buenos indígenas que somos, van a quedar muy amañados”, agregó Pedro Patiño.

La comunidad agradece el trabajo de la ANT puesto que, en 20 años, según dicen ellos mismos, no habían podido avanzar en la ampliación de su resguardo: “Nunca habíamos podido avanzar con otro gobierno. Hasta ahora que llegó el gobierno del cambio”.
Cabe resaltar que el CRIT está compuesto por 139 comunidades y “dentro de esas tenemos 53 resguardos que ya tienen sus territorios. A la vez el CRIT tiene cinco consejerías. Está la Consejería Mayor, está la Consejería Administrativa, la Consejería la Consejería Social y la Consejería de Derechos Humanos y la Consejería mía, que es la de territorio”, indicó Patiño. De acuerdo con él, se trabajan por todas las organizaciones y los derechos de sus respectivas comunidades, derechos territoriales, derechos en salud, entre otros.
Esta ampliación del territorio se suma al predio de 450 hectáreas recuperado por la comunidad, el cual era administrado por la SAE: “Tomamos la decisión de recuperar un predio que era del narcotráfico donde había cultivos ilícitos como amapola, marihuana y ya lo ganamos por posesión. Por posesión ya. Estamos haciendo los últimos documentos para que oficialmente hagan la entrega a la comunidad como ampliación”, dice.
Y así, con esa humildad que caracteriza al consejero, la tenacidad, el temple y la estirpe guerrera, la comunidad sigue firme en la defensa y el restablecimiento de sus derechos, de obtener lo que era propio, lo que les arrebataron un día con una falsa promesa de “civilización”.