
Santa Marta celebró sus 500 años de historia con un hecho histórico: El pueblo Arhuaco recuperó su salida al mar Caribe, marcando un momento simbólico en la memoria de la ciudad.
Este logro se hizo posible gracias a la Reforma Agraria, una política que no solo entrega tierras, sino que también repara historia, memoria y sentido de pertenencia. En Guachaca, la franja costera de 227 hectáreas conocida como Los Acantilados fue devuelta al pueblo Arhuaco por la Agencia Nacional de Tierras ─ANT─, poniendo fin a más de 15 años de lucha silenciosa por reconectar la Sierra Nevada de Santa Marta con el mar Caribe.
Allí, bajo un cielo azul que parecía bendecir el momento, cerca de 200 personas, entre autoridades indígenas, líderes y funcionarios del Gobierno, presenciaron un acto cargado de historia y significado: la Reforma Agraria se convirtió en un símbolo de sanación espiritual, restableciendo el equilibrio territorial y cultural entre la Sierra Nevada y el mar, una conexión que se había perdido desde la llegada de los españoles.
Deuda histórica con la conservación
Durante casi dos décadas, el pueblo Arhuaco solicitó a distintos gobiernos la recuperación de su acceso ancestral al mar Caribe, un espacio vital dentro de su cosmovisión. La Línea Negra, sistema de delimitación sagrada que conecta los picos nevados con la orilla del mar, se había visto interrumpida por el despojo histórico, la colonización y la presión del turismo. la Reforma Agraria en este caso, no solo responde a una demanda de tierra: representaba también la restauración de un equilibrio perdido entre la naturaleza y la espiritualidad.
Fue así como la ANT, bajo la dirección nacional de Juan Felipe Harman materializó la entrega de Los Acantilados. Un predio que hasta hace poco era administrado por la Sociedad de Activos Especiales (SAE), tras ser incautado a redes del narcotráfico.
Los Arhuacos no llegaron a poblar ni a urbanizar la costa. Al contrario, las 227 hectáreas recuperadas serán destinadas principalmente a la conservación y el pagamento, una práctica ceremonial que busca armonizar la relación entre seres humanos y naturaleza.
Según Luis Enrique Salcedo Zalabata, cabildo gobernador Arhuaco, “Este momento es histórico para el pueblo Arhuaco porque estamos recuperando nuestra relación con el mar, que es esencial para nuestras ceremonias, para el equilibrio espiritual y para la protección de la Madre Tierra”.

En menos de tres meses, la Agencia entregó cerca de 1.260 hectáreas a este pueblo indígena, contrastando con más de doce años anteriores donde no recibieron ni una sola. La Reforma Agraria, desde el enfoque étnico, cobra aquí un sentido profundo: devolver territorio es devolver identidad, cultura y dignidad.
Para el director de la ANT, Juan Felipe Harman, con esta entrega de tierras el pueblo Arhuaco recupera un cordón umbilical con el mar Caribe.
“La entrega de este predio, realizada en un acto alejado de toda opulencia, como es nuestro proceder, representa una victoria espiritual y cultural. Volver al mar es volver a un centro perdido”, afirmó el alto funcionario.
Sembraron memoria y recibieron mar
Para Moisés Villafañe, líder Arhuaco, la recuperación de la salida al mar representa una victoria histórica para su pueblo.
“Si no hubiera habido mar, no hubiera habido tierra; y si no hubiera habido tierra, no hubiera habido árboles. Todo forma parte de un ciclo evolutivo, y estamos muy orgullosos de decir: ¡Esta tierra sí es mía!”, afirmó.
Para los Arhuacos, la Sierra Nevada es como un cuerpo humano, donde el mar representa los pies y los picos nevados la cabeza. Sin esa conexión, su mundo espiritual estaba incompleto.
Vicente Villafañe, otro líder presente, recordó que sus antepasados vivieron junto al mar hasta la llegada de los colonizadores, que obligaron a las comunidades a refugiarse en las montañas. Ahora, después de siglos, regresan al mar: “Esto no es solo para los indígenas, sino para todo ser viviente. Cuando recuperamos tierras, pensamos en la salud, el agua y la vida misma”, aseguró.
Lo que antes fue un bien confiscado al crimen organizado hoy renace como un territorio de vida, custodia y espiritualidad en manos del pueblo Arhuaco. Este acto simbólico y reparador materializa la propuesta del presidente Gustavo Petro de construir una ‘Paz con la Naturaleza’, donde conservar, sembrar y proteger el territorio se convierten en gestos reales de reconciliación con la tierra, la memoria y el equilibrio espiritual.
En Los Acantilados ya iniciaron un proceso de restauración ecológica con la siembra de más de 15.000 plántulas de especies nativas y la implementación de cultivos de pancoger para su sustento familiar. De este modo, la Reforma Agraria no solo repara el pasado, sino que también siembra futuro: bosques, alimento, agua limpia y un territorio más resiliente frente a las amenazas ambientales.

El mar Caribe como prolongación de la Sierra
En la cosmovisión Arhuaca, el mar Caribe no es frontera, sino prolongación de la Sierra Nevada. Por eso, la Reforma Agraria aquí no es solo redistribución de hectáreas: es el restablecimiento de un orden espiritual donde cada espacio sagrado tiene una función vital. Sin la costa, el equilibrio se rompe. Con la devolución del predio Los Acantilados, ese equilibrio se reconstruye.
El acto de entrega de 227 hectáreas no fue solo un trámite. Fue la recuperación de un capítulo perdido de la historia indígena de Colombia. Una Reforma Agraria que reconoce la integralidad del territorio ancestral y que se alinea con la urgencia de proteger ecosistemas clave como los de la Sierra Nevada, considerada el corazón ambiental y espiritual del país.
En palabras del cabildo gobernador Salcedo Zalabata, esta acción concreta representa “el primer paso para la paz con la naturaleza”. Una paz que exige reconciliación con los campesinos vecinos, con la sociedad y con el entorno que sostiene la vida.
Así, lo que comenzó como un trámite ante la Agencia Nacional de Tierras terminó convirtiéndose en un acto de dignidad, reparación, identidad y esperanza para un pueblo que, después de siglos, volvió a abrazar el mar que nunca perdió.