
El pueblo Pijao, que fue uno de los más guerreristas en la opresión de la colonia española, sigue luchando, por sus derechos y su territorio, ahora con la palabra y en paz.
Casi un siglo duró la cruenta guerra de los españoles contra los indígenas Pijaos, pues su fuerza y “naturaleza bárbara”, como decían algunos escritos de la época, fueron característicos en la oposición a una invasión que pretendía arrebatar hasta el alma. Y es precisamente esa alma guerrera que no se rinde, la que hoy sigue batallando por lo que les pertenece, pero ahora la belicosidad ha dado paso a la inquebrantable conservación de sus tradiciones y conexión con la madre naturaleza.
No ha sido fácil reponerse a la ausencia de quienes dieron su vida y su sangre por su familia y su territorio y, precisamente, en honor a ellos, es que la lucha seguirá como lo ha sido desde hace ya varias décadas, con la subsistencia de sus cultivos, de su cosmovisión, de su tradición oral, y muchas cosas más, como lo dice Carlos Julio Marroquín, gobernador del Resguardo Pijao de Oro, ubicado en el corregimiento Playarrica, jurisdicción de San Antonio (Tolima).
“Hemos llevado el mantenimiento de la caña que había y ha crecido la producción por la buena administración que la hemos hecho. Nos sentimos orgullosos de tener este resguardo porque son tierras muy fértiles. Así el resguardo sea pequeño, pero es una tierra muy productiva. Aquí unos siembran maíz, otros, fríjol para beneficio personal y de todos y se saca un porcentaje, según la producción, para los fondos de la comunidad y sostener la economía en el resguardo para gastos generales y participativos”, comenta el gobernador.
Esta defensa del territorio precisamente se enfoca en la preservación del medio ambiente continuando con sus prácticas ancestrales de manera equilibrada y responsable, como lo es el proyecto de sembrar aguacate, entre 500 árboles y 2000 plantas de plátano, incluso, cada familia tiene una pequeña parcela en la que puede haber aguacateritas, chocolate, café, caña o ganadería.

“Acá, en el resguardo, el trapiche ha tenido una larga historia pues los anteriores dueños, cuando nos vendieron este trapiche ya tenía unos 50 años de estar funcionando y está en buen estado. Lo operan seis a siete personas moliendo la caña, cortándola, cargándola en las mulas. De ahí también se saca la panela, el guarapo y como tiene varios derivados, todos los aprovechamos; el uso del maíz para la chicha, también los envueltos”, agrega el líder indígena.
Adornos naturales
La zona montañosa se confunde en la armonía de los ríos y quebradas que rodean la comunidad y son su fuente de sustento para los árboles frutales, como de mango criollo, mandarinos, de guanábanos, naranjas, etc. Son árboles de tres y cuatro brazadas de grosor. “Por eso nos sentimos ricos. Tenemos un aire puro, un ecosistema muy natural, mucha biodiversidad. Eso sí, no permitimos la cacería porque estamos jugando un papel fundamental en cómo cuidar del medio ambiente del resguardo y en proyectos de reforestación, recoger las basuras, recoger el material que no es biodegradable como las bolsas, botellas plásticas, etc.”, comenta Marroquín.

Si bien es un pequeño territorio, un poco más de 48 hectáreas, la comunidad Pijao de Oro está contenta porque poco a poco van recuperando sus espacios y, gracias a la labor de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), esto es una realidad. Así lo expresa Carlos Julio: “Nosotros estamos muy contentos por haber adquirido este resguardo, es muy pequeño para toda la población que existe en el resguardo, pero nos gusta demasiado porque es muy bonito para vivir porque se respira aire puro, se escuchan todas esas melodías de las aves, es maravilloso estar cerca del río donde nuestros ancestros tuvieron una conexión espiritual, una conexión de alimento y sustento”.
La pintura rupestre también hace parte de esa sociedad tribal que trasciende siglo tras siglo y que cuidan con esmero para explicar a foráneos qué significan esas “señalizaciones en las cavernas”. Por eso, dice Carlos Julio, “nunca se olviden, así vayan a donde vayan, nunca se olviden de la etnia, de nuestros usos y costumbres, de nuestros ancestros”.
Ya ha pasado década y media desde que se organizaron, proceso en el que las mujeres han sido pieza fundamental en la concreción y ejecución de proyectos, en los cargos de liderazgo, encabezando comités. “Han sido también mujeres berracas para para labor de la tierra, para cocinar y para el trabajo comunitario; son mujeres emprendedoras, unidas, que han tenido capacitaciones para ser empresarias, hacen calzado, han tenido proyectos de gallinas, han sacado huevos, han tenido proyectos de modistería, en fin”, agrega el gobernador.
Todo es un trabajo en equipo pues los hombres también se caracterizan por la sana convivencia, el cuidado del medio ambiente, por mejorar la cultura, el trabajo comunitario, entre otros, como el conocimiento y uso de la medicina tradicional. “Nuestros padres, nuestros abuelos nos enseñaron el uso y el conocimiento de las plantas previniendo muchas enfermedades. No podemos desconocer la medicina occidental que también ha sido muy importante y desde de la voz de nuestros abuelos, que tenían plena conocencia de las plantas para diferentes enfermedades y las plantas, nos enseñan”.
Por lo tanto, este cuidado va directamente relacionado con los mensajes de sus ancestros en cuanto a cosmovisión se refiere pues ellos, como etnia Pijao tienen cuatro etapas de cosmogonía: “La etapa primera es el sol, el padre Tak, la madre Taiva, la madre Luna, arriba en el firmamento, las estrellas, todo eso, el espacio, la parte ambiental, el aire, el viento. Otra etapa es la tierra donde están los árboles, las flores, las plantas, todo lo que lo que tiene vida funcional visible. Otras etapas donde están nuestros espíritus, el espíritu de nuestros dioses de Lulumo, de Yulumbó, de Ibamaca. de todos esos dioses que nuestros ancestros y hoy en día tenemos en nuestros corazones”.
Especificaciones
De acuerdo con la Agencia Nacional de Tierras (ANT), el resguardo Pijao de Oro se formaliza finalmente en 2023, sin embargo, remonta su historia desde el 2018 cuando el entonces gobernador, Carlos Gilberto Walteros, presentó la solicitud de constitución. Posteriormente, la entidad, a través de la Subdirección de Asuntos Étnicos, evalúa aspectos básicos como el cumplimiento de los requisitos del decreto 1071 sobre qué número de familias hay, un croquis, número vías de acceso, número de personas, datos de notificación; ellos lo adquirieron como consecuencia de los compromisos en concertación de la consulta previa, ellos fueron víctimas del conflicto armado y hay una población generalmente joven. Finalmente, la entidad los formaliza con 73 familias y 369 personas.

Durante el Gobierno del Cambio, desde la ANT han sido expedidas por acto administrativo un poco más de 920.129 hectáreas a comunidades indígenas, de las cuales 717.526 han sido por ampliación y 202.603 por constitución. Los departamentos más beneficiados han sido Amazonas, Caquetá, Vichada, Cauca y Nariño.
Cabe resaltar que los indígenas Pijao o Pijaos “es un grupo étnico de los 115 pueblos indígenas que hoy en día habitan a lo largo del territorio colombiano” (DANE, 2019).
Todo el proceso ha tenido infinidad de dificultades, entre ellas, la violencia. “Hay muchos compañeros que han tenido personas asesinadas por las Farc, incluso yo también tuve amenazas. Afortunadamente nunca se han materializado contra algún miembro de mi familia. Hubo momento en que en que salieron a flote los acuerdos de paz, los apoyamos bastante pues estábamos cansados pues de la guerra, de hecho, hubo un tiempo en el que logramos sentir esa armonía después de que se firmó la paz en los territorios”, anotó el exgobernador Walteros.
Para el entonces presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Juan de Borja y Armendia, según el artículo de investigación “La fabricación del enemigo: los indios pijaos en el Nuevo Reino de Granada, 1562-1611”, los indios Pijaos eran “muy valientes y determinados en la guerra y grandes y sufridores de trabajos y de notable valor y ánimo en recibir la muerte y cualquier género de tormento, sin quedarse ni hacer desvío ni señal de sentimiento más que si fuesen insensibles”. Dichas palabras, más que el desprecio emanado por los españoles, representó la fortaleza de una raza que no se amilana ante las adversidades y no se rinde en luchar por lo que les pertenece, porque la fuerza de un guerrero no se borra con sangre.